Ayer fue de los días más americanos que he vivido jamás. Y por americano quiero decir de película de Tim Allen en que se hace de noche a las cuatro de la tarde, ya están puestas las decoraciones navideñas, la ciudad brilla, hace un frío que pela y se respira consumismo por todas partes antes de ir a cenar a las siete de la tarde.
Esto todo significa que ayer fuimos a la ciudad a lucir el palmito (con nuestros plumas gigantes y las bufandas hasta las cejas) y a comprar trapos (que si este anorak está rebajado y es japonés, que si mira qué bata tan mona para con el pijama, que si estos pantalones tienen lechuzas, que si esa bufanda te protege hasta de las balas...). Cuando empiezas a ver cosas bonitas y tienes un sueldo es muy difícil resistirse, porque ahorrar es muy aburrido, así que compras como si no hubiese un mañana (que sí que lo hay, y de hecho hay hasta un Black Friday a la vuelta de la esquina, pero es que no tenemos medida). Estúpido capitalismo globalizador... (dijo ella agitando el puño mientras se probaba su jersey nuevo).
Por supuesto, nosotros lo españolizamos todo, porque de otra manera no encontraríamos la forma de hacerlo nuestro (estamos aprendiendo un montón sobre transculturación y vainas de esas, apunta, J), así que llegamos tarde (a eso de las ocho), bebimos como si no hubiese un mañana antes, durante y después de la cena y picoteamos patatas alioli esperando por el pavo.
Pavo, sí pavo. Si fingimos Acción de Gracias, lo fingimos en condiciones. ¿Que de "de qué mierdas estamos hablando, amigo"? Pues bien sencillo: T y C se gastan 100 dólares en un supermercado y les regalan un pavo gigante genéticamente modificado con hormonas de Hulk; como ella es vegetariana y a él le gusta comer, pero no tanto, deciden compartir su riqueza glotona con sus pobres compañeros de casa/trabajo, que humildemente acudimos a su llamada. Ya sabéis, somos españoles, nosotros si hay comida y cerveza, no lo dudamos.
Y así acabamos once personas alrededor de una mesa compartiendo puré de patatas, pan de olivas y salsa de cranberry para el pavo. Olía la casa que daba gusto. Corría la cerveza que daba gusto. Comimos un arroz con leche de postre que daba gusto. La verdad es que, visto así, anoche fue bastante hedonista. El caso es que fue toda una celebración en que la ceremonia esa de dar las gracias no cuajó un carajo y nos limitamos a hacer chistes entre bocados. Además, nuestra J se nos hacía mayor y tuvimos que recordárselo (los buenos amigos están ahí para recalcarlo cuando envejeces). ¿La mejor dedicatoria en la tarjeta de cumpleaños? La del pavo: "La próxima vez os coméis a vuestra puta madre. -El pavo". Es que Ce tenía el día inspirado para firmar (además de para cocinar, porque vaya gozada de... todo).
En general, podemos decir que experiencia satisfactoria. Hoy ya menos, porque lo de levantarse con la boca seca, limpiar la casa y hacer la compra resta encanto, pero es la vida real.
Ahora nos queda esta semana, que solo tendrá dos días para nosotros, afortunados miembros del entorno académico con vacaciones desde el miércoles. Hay promesa de una maratón de Chicas Gilmore con comida basura, un desayuno gochuno y muerte por rebajas el viernes. Chachi. Buscaré un vestido con un escote hasta las rodillas para Nochevieja, que por lo visto ya tenemos plan. Tiembla, Salsi.
Un beso para todos menos para los que no sabéis que hoy es el 51th aniversario de Doctor Who. Hace un año yo estaba en Londres sacando a mi friki interna a la luz (también tengo una interna, sí). Bueno, no ha ido tan mal la cosa :)
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