lunes, 29 de octubre de 2012

Fai un cutu...

O, dicho en castellano, hace un frío (que te cagas)...
La madre que me parió, que yo soy de clima tropical, que a mí este frío decembril ovetense a finales de octubre me destroza el reloj biológico interno (y me escarcha la nariz). A Walt Disney le sentará bien, pero lo que es a mí...
Ayer nevó. No por mi zona, esta ciudad es enorme, sino por otra, pero las nubes se mueven, queridos, lo significa que me caerá una nevada fina en cualquier momento. Y en el piso se nos ha petao la caldera, así que no tenemos ni calefacción ni agua caliente. ¿Bear Grylls? Ese es un novato, ¡esto sí que va a dejar un último superviviente! El problema es que aún no hemos decidido cual de las tres compañeras va a ser ni tampoco a quien nos comeremos primero ni nada (porque salir a la calle a comprar a mí me hiela el tuétano, qué queréis que os diga).

No, en el fondo se agradece un poco que ya haya llegado el invierno, el único problema es que si estamos así en octubre, en diciembre morimos. Yo, por lo menos. Pero es un tiempo grandioso para quedarse en casita leyendo a Lorca o a P.K. Dick o viendo las Chicas Gilmore por trigésimo novena vez en la vida, porque en Stars Hollow también nieva y Rory también estudia y hace sus deberes, así que me motiva un poco.
Además, Halloween está ahí, a un tiro de piedra, y aunque no tengamos calabazas, va a haber fiestas y eso, así que hay que encontrar un disfraz desmontable (para ir calentito al principio y fresquito después, cuando me haya tomado dos cervezas y 3 palinkas y está metida en alguna discoteca). De momento, el que más me convence es el de stripper muerta (porque en Halloween todo tiene que ser algo-muerto además del habitual algo-putilla al que estamos condenadas las chicas, por lo visto).

Ojalá llegue pronto R con un chocolatito caliente, porque Lorca no me calienta nada nada (es que era gay, es lo que tiene) y así socializo un poco, que hoy lo más lejos que he llegado ha sido al Tesco y para comprar comida (soy lo que en Asturias se conoce coloquialmente por "fartona").
Voy a ver si avanzo con la luna, la gitanilla, el jinete a caballo, el agua y el verde. Verde que te quiero verde.

Besos para todos menos para los que aún no habéis visto el monólogo de Berto en El Club de la Comedia de hace unos días, y como me siento generosa, hasta os dejo el link: SE NOS ROMPIÓ EL ESPAÑOL DE TANTO USARLO

miércoles, 24 de octubre de 2012

Bratislava

Lo sé, no suena a mucho, pero es porque esta parte de Europa suele ser la gran desconocida a la hora de viajar. Quiero decir, nadie dentro de la media común y corriente, cuando busca destinos para sus vacaciones, dice "Oh, ¿adónde podemos ir? Oh, mira, Bratislava, maravilloso, es una tierra preciosa y perfecta para un viaje.". No, hijos míos, nadie lo hace, no os creáis diferentes a la masa porque no lo hago ni yo y para rara, me basto y me sobro.
Entonces coges y les dices a los que se quedaron en la patria "Mañana me voy a Bratislava" y lo entienden todavía menos que cuando les dijiste que te ibas de Erasmus a Hungría ("¿Qué coño se te ha perdido a ti en Hungría, muchacha?"), por lo menos Budapest es bonito en general y eso lo sabe todo el mundo. Coges el tren y te largas con un grupo de amigos que van tan a la deriva en esto como tú (¿quién sabe, antes de ir, qué ver en Bratislava si no lo has investigado? Porque, admitámoslo, no es que tenga una Torre Eiffel, un Big Ben ni un Coliseo...), con la incertidumbre en el cuerpo.
Pero luego llegas y te gusta, porque no tiene nada que ver con la parte de Europa de la que somos nosotros, sucios imperialistas occidentales. Todavía pueden verse los vestigios de años de guerras y miserias, de las épocas soviéticas y además hace un frío del carajo por estas fechas, aunque eso no es inconveniente para descubrir que tiene cosas preciosas y un encanto completamente diferente.


Donde menos te lo esperas surge algo especial, un castillo sumido en la niebla, una iglesia que parece de juguete o un restaurante con mesas que podrían ser altares para sacrificios humanos. Nada que hubieras imaginado encontrar allí. Comes algo típico, cuya descripción en el menú te parece el mal menor de todo lo que has leído hasta ahora, y te das cuenta de que a lo mejor no odias a todas las coles por igual (porque esos buñuelitos estaban buenos, maldita sea), y compruebas que los helados del McDonalds son más baratos allí, así que maldices el resto de ciudades del mundo.
Casi no te percatas de que se te está criogenizando la nariz o de que los padres de los niños de ese parque infantil en el que estás haciendo el retarded con tus amigos os lanzan miradas asesinas. Lo pasas bien, ves lo bonito inesperado, coges un catarro y en un supermercado te enteras de que hay una marca de condones que se llama Pepino.


Vamos, en general y resumiendo, te das cuenta de que, para tu sorpresa, hay vida más allá de las fronteras conocidas, aunque cuando recomiendes visitarlo la gente te mire con cara de "esta piba está loca".
Un poco en el fondo...


sábado, 13 de octubre de 2012

Diabetes

Eso es, me he comido el equivalente a una diabetes. ¿Y sabéis qué? Que me quiten lo bailao, porque me priva. Qué sitio, amigos, podría haber sido perfectamente el hogar de Willy Wonka y, definitivamente, haréde ello mi hogar en algún momento de mi vida; la pobre R ha tenido que sacarme a rastras de allí, casi me encadeno a la mesa...


Y luego un paseíllo, porque cualquiera se queda sentado después de eso, sintiendo su culo expandirse y comprometer los límites físicos del vaquero... Claro que no salió como esperábamos, porque íbamos buscando Nyugati (la estación de tren) para ver cuánto es ir y volver a Viena, pero como somos unas pobres desgraciadas pues nos metimos por la calle que no era y etc. Ya os haréis una idea. Eso sí, oigan, las calles preciosas.
R y yo ya tenemos un bonito historial con lo de ir a los sitios y no llegar nunca. A mi próximo relato lo llamaré "La oficina de inmigración que no existía": sacas el mapa, estudias las líneas de tram, vas al quinto carajo, que es una zona de gueto total, y ¡puf! La oficina desaparece misteriosamente las dos veces que pretendemos ir. El resto del tiempo está en su sitio, estoy segura, pero creo que nos huele acercarnos... Entonces acabamos paseando in the ghetto (y esto, con la voz de Elvis, resuena en mi cabeza constantemente en un ciclo sin fin, como decía el Rey León), porque hasta eso es bonito en Budapest. Qué turbio.
¿Más cosas? Oh, sí, cuando tus adorables amigos húngaros os juntan a un puñado de españoles inocentes y dicen "Vamos a llevaros a un mirador", pero obvian la parte en la que hay que subir un monte a través del bosque para llegar. Simplemente entrañable: el escenario de Km.666, el frío glacial, la congelación parcial de algunos de tus dedos... Pero llegas allí entre los árboles, a la torre de Erzsébet y miras y...


Mucho mejor, ¿no?
Luego ya te bajan, te meten en un metro, te dicen de tomar algo y tú piensas "¡Oh, sí, chocolate calentito!" y ellos te llevan a tomar un litro de cerveza y/o chupitos de palinka. Tenemos que trabajar la comunicación.
Bueno, nada, es todo cuestión de llegar a casa y meterse bajo un chorro de agua hirviendo en la ducha, así se recupera la sensibilidad de los miembros.
Y ahora me largo, que hay una fiesta de salsa en el Barrio Latino (que es un bar, no un barrio, cuidado queridos míos) y yo tengo que buscar mis zapatos de baile ;)
No hagáis nada que yo no haría y disfrutad el sábado noche, sweeties.