sábado, 25 de agosto de 2012

"No hay huevos"

Seguro que todos vosotros, las cuatro personas que me leéis y esos dos que habéis entrado por error y sólo estáis leyendo la primera línea, habéis sucumbido al menos una vez a un "no hay huevos". Lo siento, es lo que hay, naturaleza humana que podríamos llamarlo. Pues bien, de un "no hay huevos" estoy segura que surgió Ryanair.
¿Cómo si no nos explicamos el tortuoso reto que supone volar con ellos? Porque no sé vosotros, pero cada vez que descubro que el billete con el que vuelo/voy a volar es de Ryanair, se me sube un líquido ácido y corrosivo por el esófago...
"¿A que no hay huevos a vacilarles con el equipaje de mano?" Claro, eso tiene sentido, por ello es que cuando llegas al avión, tienes un asiento pero no sitio para meter tu maletita. ¿Qué genio ingeniero diseña estas cosas?
"¿A que no hay huevos a tenerlos esperando durante una hora en la cola?" Adelante, queridos, tardad lo que queráis, no importa que tengan que ir a buscarme al aeropuerto de destino y llevemos una hora y cuarto de retraso. Por lo menos podíais invitaros a una coca cola o unos cachuetes, por las molestias, vamos. Cabrones agarrados...
Y como esto, cinco mil cosas más. Pero, amigos, desde ayer por la noche a las dos y media de la mañana, que fue la hora a la que llegué a mi camita (deseada, deseada y suave camita) una hora y cuarto más tarde de lo que debería, tengo la firme intención de no volver a acercarme a Ryanair ni con un puntero láser. Prefiero gastarme 50 o 100 euros más y no tener que llevar la maleta entre las piernas en el suelo ni volar con más retraso del que puede tener un tertuliano del Sálvame ni tener que aguantar los comentarios "humorísticos" del jefe de cabina chistoso de turno.
En serio, señores, un poquito de por favor.

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